Son un jueguete versatil que mantiene su encanto a lo largo de los años. Para los más pequeños, de 2 o 3 años el juego puede consistir simplemente en apilar bloques, pero según van creciendo la cosa se complica y comienzan a hacer filas organizandolos por colores, formas o tamaños; a construir casas, puentes
edificios, autopistas, castillos... o naves espaciales.
Cuando se juega en compañía adquieren nuevos encantos y nos llevan a elaborar proyectos más ambiciosos.